Wednesday, September 27, 2006

San Cosme

San Cosme
San Cosme es un pueblo situado próximo al pueblo de Veguellina y se llega después de subir una empinada pista por la que pueden circular los coches, no sin algunas dificultades. Es reivindicación de sus habitantes el que puedan tener un acceso digno para un pueblo, que como comenzaremos a ver tuvo gran importancia en la Edad Media.
Cuando la invasión sarracena presionaba con sus fuerzas el norte peninsular, eran muchos los eclesiásticos de la España visigoda que recorrían caminos para esconderse y preservar la fe con la que habían comulgado.
Siguiendo los caminos dejados por los romanos en la explotación del oro de la Leitosa (Veguellina-Vegueiliña) llegaría un tal Genadio a un paraje espléndido, escondido, exuberante, con gran cantidad de madera, al lado de una fuente de abundante agua y con un río cercano y un monte que proporcionaría no solo la paz espiritual sino también las necesidades alimentarias a los futuros monjes.
Allí, próximo al monasterio, por el camino de Villar, una cantera proporcionaría la piedra necesaria para la construcción del futuro monasterio.
Allá, por el año 931 ya constituido el monasterio, el abad Andrés recibe un donativo del prebístero Novidio y en 940 recibe donaciones de un tal Servo Dei y su mujer Lezenia en el pago llamado Olleros (San Pedro de Olleros). En el mismo año el abad Andrés firma la confirmación de una donación que hace el rey Ramiro II al monasterio de Santiago de Peñalba y seis años más tarde (946) firma como Andrés de San Cosme y Damián en el concilio de Irago, presidido por Ramiro II y por el obispo astorgano Salomón.
Por el año 952 aparece como abad Esteban recibiendo donaciones que le hacen Cirtute y Reside de una villa llamada Arganzuela (¿Arganza?) con una iglesia de San Pedro y una buena cantidad de viñas en los poblados cercanos de Fore, Quilós, Canedo y Magaz. Es este abad un hombre preocupado por una prosperidad material del monasterio añadiendo propiedades en todo el Bierzo desde Moreda hasta los Ancares (Vetules).
En 983 aparece Hermenegildo como abad y siguen las donaciones “para la manutención de los monjes”.
Era un monasterio de propiedad real, tal vez utilizado por algún rey en alguna que otra partida de caza, dada la abundante cantidad de jabalíes y venados en sus alrededores. Esto viene a cuento ya que es Bermudo II quien dona este monasterio a la Santa Iglesia de Astorga en el año de 998. Es aquí donde se delimita la situación del monasterio. Comienza acotando el monasterio desde Parada Valer (¿Paradaseca?) y desde allí va por el coto de Nuctoso (¿Nuctuoso->Luctuoso-> LuctuosaàLeitosa?) y desde allí a aquella peña de la Torva (as penas da Torga) y desde allí desciende donde se juntan las aguas de Burbia y de Villar (rio Tejeira) y va sobre el río que llaman Bueno (río Bueno->rio bono->río bon->Ribón) y termina en la fuente de Escallos.
Decir que el hecho de que aparezca con otro nombre (“El monasterio de San Cosme y San Damian está cerca del monte que llaman: Piedra Caballar cerca del río Burbia, en el lugar de Frasinedo”), hizo dudar de la existencia de otro monasterio, pero son muchos los lugares coincidentes, para que se dé tal suposición.
Corría el año 1013 cuando el abad Guiniverto de San Cosme recibe donaciones tan lejanas como la dada en Santa Colomba, cerca de La Bañeza. Todas estas donaciones se hacen por el bien del alma de quien hace la donación.
Se pierde en la memoria el monasterio hasta que en 1057 aparece un particular Pedro Pelagiz pleiteando por una posesión en Prado. Tal vez esta sea la época donde comienza el declive en que los lugareños tratan de recuperar posesiones al verlas en el abandono.
Es en 1120, cuando aparece doña Urraca, mujer que en sus correrías por el reino de León vino a dar a luz al monasterio de San Cosme y como no podían asistirla dentro del monasterio los monjes habilitaron un hórreo, que todavía se conserva.
Esta reina en agradecimiento por los cuidados recibidos por los monjes y la gente del lugar donó el citado monasterio al obispo Pelayo de la diócesis de Astorga ya que había sido usurpado en tiempos de su abuelo el rey Fernando. También les concede a los habitantes de esta tierra el título de nobleza “hijos de algo” y les exime de servir al rey en la guerra, privilegio que confirma Carlos II (siglo XVII), confirmación hasta Fernando VII (1825) en que deja de ser reconocido. Tal vez de alguna de estas confirmaciones sea el hecho que contaba mi madre que había escuchado a los antiguos, que un día que estaban en misa, por lo tanto San Cosme conservaba una iglesia, llegara un caballero montado a caballo y con un pergamino en la mano leyera el citado documento ante los allí presentes. También, no es menos cierto que los mozos del municipio de Paradaseca, intentaron hacer valer este derecho de exención al ser llamados a filas en nuestra contienda más reciente (guerra civil 1936-1939).
En la última época aparece el monasterio involucrado en un litigio con el monasterio de San Andrés de Espinareda por el asunto de que unos hombres súbditos del monasterio entraron en el coto de San Cosme, cortaron madera y se llevaron las piezas cobradas en la cacería. Es aquí donde aparece defendiendo los intereses de monasterio de San Cosme un “tenente” llamado Juan Martínez, o sea ya no había abad sino un encargado de administrar los bienes de la que sería una parroquia. Este era el año 1123 y el pleito lo ganó el tenente al que era abad de San Andrés, que en su descargo alegó que no conocía el referido coto.
En Marzo de 1218 el obispo de Astorga Pedro Andrés da carta de fuero a todos los que quieran morar en la vega de San Cosme (¿Veguellina?) y le permite romper en el monte desde la fuente de Arnosella, por el rodero hasta la peña de Escallos, excepto el prado del río Bueno (Ribón), poniendo la obligación de pagar 3 sueldos de moneda corriente por año.
No conocemos más, históricamente hablando, pero es de suponer que el monasterio caído en el abandono fuera aprovechada su piedra por los del lugar, reduciéndose con el paso del tiempo a una simple parroquia, de la que recordaban los antiguos que fue iglesia o capilla conservándose todavía la pila bautismal que se encuentra en la casa de los herederos de la tía Milia.
Tenemos noticia de San Cosme cuando viene por aquí el teniente Munárriz a dirigir la que debería ser la Real Fábrica de hierro tirado de San Fernando eligiendo como lugar de asentamiento lo que hoy se llaman las Herrerías. El lugar es elegido por lo escondido que estaba, para evitar que las tropas francesas destruyeran estas incipientes acerías, que es lo que solían hacer con sus incursiones por las Vascongadas. El mineral a explotar procedería del alto de la Mirandela y el proyecto era tan ambicioso que se pretendía incluso fabricar aquí los fusiles del ejército. La invasión francesa truncó el proyecto. Munárriz habla de los habitantes de esta zona de la hidalguía que conservaban, propia del privilegio otorgado por la reinina aunque fueran descalzos con el ganado en pleno invierno.
Pero la historia quedaría incompleta, sino contara algo de mis antepasados, todos habitantes de San Cosme, de mi bisabuelo que con 83 años se subía a los castaños a varear los castaños, mi abuelo “el tío José” que cambió un negocio floreciente en Costa Rica por la abundante caza de estos montes y ya más cercanos, la tia Milia que mató una raposa de un cantazo, Genoveva que con 70 años trepaba as “cereixales” mejor que yo con 7 o el tio Germán que igual era capaz de encepar una escopeta dejándola como nueva como de coser a un descalabrado con la pericia de un cirujano. A todos ellos y demás que no menciono que hicieron de San Cosme un lugar para la historia y sobretodo a mi madre Zenaida por recordarme siempre que allí donde el monte lo cubre todo hay abundante agua y las mejores cerezas, peras y nueces del mundo.
Texto escrito por Juan José Rodríguez
Profesor de Secundaria y Doctor en Ciencias Químicas

Nota: Pudiera haber alguna inexactitud en estos comentarios, ya que en algunos casos escribo de una memoria que no siempre se recuerda con la exactitud deseada. Los datos históricos están recogidos del libro del Pbro. Augusto Quintana.